Por: Amalia y María José Blanco
Hay momentos que disfrutamos antes y después de un viaje.
Antes, por que soñamos lo que vamos a ver y sentir.
Y después, porque revivimos esos momentos con los recuerdos.
Todos somos distintos, y cada uno tenemos nuestros sueños.
Hay millones de momentos maravillosos, imposible hacer una lista exhaustiva. Os compartimos doce experiencias de viaje para soñar… inspiradoras:
1. Presenciar Auroras boreales
Luces bailando en el cielo, cambiando los tintes de verde a morado, moviendo sus formas, presentándose y luego desvaneciéndose. Un rio de luz fluyendo por el cielo…
La naturaleza es caprichosa y tanto pueden durar unos minutos, como extenderse durante horas.
Las auroras se aprecian fundamentalmente en los círculos polares. En el norte se llama auroras boreales y en el sur, auroras australes. La mejor época del año, los meses de Octubre, Febrero y Marzo.
Las auroras se producen cuando el viento solar choca con el campo magnético en la tierra, aunque el fenómeno esté cargado de leyendas.
En Groenlandia se decía que eran las almas de personas fallecidas que han subido al cielo.
2. Camino inca
Hace 600 años, los Incas, que cubrieron gran parte de América del Sur, atravesaron los bosques y valles andinos de indescriptible belleza y se enamoraron de unas montañas por las que el sol salía.
Vieron el espectáculo desde la que llamarón “Puerta del Sol” y decidieron construir ahí su ciudad, “la ciudad perdida”.
Es la misma imagen que se graba para siempre el último día que se realiza el Camino Inca.
Se trata de un camino que dura 4 días (se puede reducir a 2…) y para el que hay que prepararse. No es sencillo…, pero sí accesible.
Durante esos días se recorren los caminos que los Incas hicieron.
Como telón de fondo las espectaculares montañas andinas, sus increíbles valles y accediendo a restos arqueológicos a las que sólo los caminantes pueden llegar.
3. Atardecer en África
“En África puedes ver un atardecer y creer que has presenciado la mano de Dios” (Jodi Picoult).
Son innumerables los lugares en África en los que el atardecer es mágico. Es un continente en el que el sol regala su mejor momento.
No podemos referirnos a todos en este post, por lo que os dejamos los siguientes:
En Serengeti y Masai Mara el cielo se tiñe de mil colores, sobre un manto verde o pardo en función de la época del año… Si además la silueta de algún animal se vislumbra al fondo, querrás parar el tiempo para toda la vida.
Nambia es uno de los países que más conservan el estado puro. El fuerte naranja del atardecer en el desierto de Namib y las dunas fundiéndose en el paisaje… dan la sensación de tierra virgen.. donde todavía el hombre no ha llegado.
Aunque menos visitado, no por eso menos especial. En Senegal, casi en la frontera de Gambia, se encuentra el delta del Sine Saloum, un enjambre de canales con pantanos, manglares, lagunas, bosques e islotes…
Al atardecer bandadas de aves se dirigen en a buscar cobijo para pasar la noche en los árboles. Desde una barca silenciosa se puede ver este gran espectáculo.
“El único hombre al que envidio es al que no ha estado en África, pues todavía tiene tanto por descubrir” (Richard Mullin)
… Y probablemente habiendo estado, todavía queda mucho por descubrir.
4. Explorar la Antártida
Realmente esto no es una experiencia. Es un viaje que en sí es una experiencia distinta de principio a fin.
Y es desde el “fin del mundo”, Ushuaia, desde donde se comienza esta expedición.
Selva blanca, desértica, tierra volcánica que forma sus montañas de ceniza y hielo, cordilleras sumergidas en el hielo…
Bloques de hielo en continuo movimiento, el paisaje cambia constantemente…
Sólo el silencio de la naturaleza, la visión de su fauna asustadiza, ya que no está acostumbrada al hombre…
Todo es distinto a cualquier paisaje que se haya podido ver antes.
Impresionante.
5. Surcar el Delta del Okavango en mokoro
“El rio que nunca encuentra el Mar”, así es como como se conoce a este delta de Botswana, el mayor del mundo formado por selvas, agua y llanuras inundadas.
Vislumbrar manadas de elefantes o hipopótamos, recorrer esta red de canales y lagos en muchas zonas poco navegables, es posible gracias a estas características embarcaciones, mokoro.
Parecido a una piragua, e impulsada por un hombre con una pértiga de madera, produce una sensación de sosiego, de paz…
Hay pocas experiencias como ésta en las que uno mismo se funde con el entorno, con la fauna y la flora… en silencio.
Lo único que se escucha es el sonido de la naturaleza.
6. Dormir en el desierto
Dormir en el desierto es una de las experiencias que todo viajero ha soñado alguna vez.
Da igual en cual.
La imagen del amanecer y atardecer se retiene para siempre en la memoria.
Y no hay nada mejor en el desierto que dormir en él.
Hacerlo en una jaima bajo las estrellas en el Sahara, en Merzouga, que es la puerta a las dunas de Erg Chebbi es algo especial.
Dunas de hasta 150 metros, silencio, estrellas, montar en dromedario al atardecer, pisar la arena y disfrutar de la hospitalidad de los bereberes… y si es posible elige un momento en que puedas tener luna llena.
“Uno puede sentarse sobre una duna de arena sin ver ni escuchar nada, y sin embargo, siempre hay algo que brilla en el silencio” (Antonie de Saint Exupery)
También leí a alguien que decía: “Quién no ha dormido en el desierto no ha visto estrellas” y nada más cierto.
No tengas pereza por la mañana y pasea también entre dunas al amanecer.
7. Contemplar el Gran cañón
Se puede hablar de diferentes maneras de visitar el cañón. Todas ellas maravillosas.
Pero la mejor experiencia es simplemente sentarse a mirarlo, con serenidad, empapándote de la inmensidad del paisaje…, sólo el azul del cielo y las tonalidades de la naturaleza.
Impactante.
Al mediodía, cuando el sol entra por el cañón es la mejor hora para “asomarse al abismo” y vislumbrar los millones de historia, las diferentes texturas escalonadas de las rocas, los sedimentos rojizos del rio que le dan nombre “Colorado”.
No es el cañón más grande del mundo, pero sí quizás, el más impresionante.
Para tener una idea de su dimensión, cabría la isla de Manhattan en esa inmensa grieta en la tierra.
Siente la naturaleza, sin prisas.
8. Sobrevolar “chimeneas de hadas”
Capadocia es una escapada accesible. No se necesitan demasiados días y combina muy bien con otros lugares de Turquía.
Se trata de una zona semiárida al este de Turquía, en Anatolia, con un paisaje compuesto de formaciones rocosas. Parece el escenario de un cuento…, o de una película de ciencia ficción.
Uno de los atractivos, el vuelo en globo sobre estas formaciones a las que se les conoce como “chimeneas de hadas”.
Se asciende en un completo silencio interrumpido solamente por el sonido del gas y el momento culmen es la salida del sol que tiñe todo el escenario de colores anaranjados y crea un juego de mágico de sombras en el paisaje.
La otra parte del escenario es el cielo coloreado por el resto de globos subiendo y bajando, acerándose y alejándose de las formaciones creando una danza en el aire.
Impactante. Hipnotizante.
9. Caminar por una mar de sal, el Salar de Uyuni
Para describir esta maravillosa experiencia en Bolivia preferimos remitirnos a nuestro querido amigo y compañero Rafael Pola ( se trata de un extracto de su libro “Viajar para vivir”)
“… la inmensidad del limbo blanco que surge ante nosotros desconcierta y sobrecoge. No hay polarización óptica que resista la explosión de luz. No sé si lagrimeo por la emoción o porque no aguanto la exposición lumínica. El lugar resulta definitivamente y en todos los sentidos, deslumbrante….
Las proporciones y las distancias se pierden por completo en aquellas inmensidades blancas. En invierno, con una fina película de agua bañando el salar, el cielo se funde con el suelo en el horizonte. Arriba y abajo, izquierda y derecha son entonces nociones confusas…
De vez en cuando paramos para dejarnos asombrar.
En algunas zonas el suelo asemeja una piedra pulimentada o mármol blanco bruñido; en otros lugares la superficie salada se ha craquelado como un viejo cuadro monocromo.
Celdillas pentagonales o hexagonales lo pavimentan todo…. Esta geometría frágil y primorosa te cohíbe el paso, y andas como de puntillas, evitando los surcos de sal….”
10. Bucear en la Barrera de coral
Al este de Australia, recorriendo toda la costa del estado de Queensland encontramos la gran barrera de coral.
Se extiende a lo largo de más de 2300 km y tiene más de 1000 islas.
Hay un documental sobre este patrimonio de la Humanidad (en peligro) que dice “no somos conscientes de lo que ocurre porque no lo vemos”.
Y esto lo podemos leer en positivo y en negativo. No somos conscientes de la inmensa joya de vida que estos arrecifes esconden y tampoco lo somos del deterioro que el cambio climático está produciendo en ellos.
Hacer snorkel en esas claras y templadas aguas, que constituyen el mayor ser vivo del planeta, te permitirá descubrir un habitat con más de 600 tipos de corales y miles de especies marinas: tortugas, mantas, peces mariposas, peces payaso (os acordáis de la preciosa Buscando a Nemo?), caballitos de mar, esponjas, tiburones, almejas gigantes…
Cuidemos el planeta para poderlo seguir disfrutando siempre.
Una experiencia también posible y maravillosa es sobrevolar la gran barrera
11. Dormir en un Ryokan
Japón se caracteriza por una mezcla de modernidad y tradición, y es imprescindible vivir estos dos contrapuntos para adentrarse en su cultura.
Los Ryokan son alojamientos tradicionales que se utilizaban para que los viajeros descansaran de sus largos viajes.
Hoy reconvertidos en alojamientos turísticos guardan toda la esencia de la antigüedad y las costumbres de este país.
Al entrar respiras un ambiente diferente que te impulsa a seguir sus costumbres: quitarte los zapatos y andar sobre su limpio suelo con las sandalias tradicionales, con calcetines sobre sus tatamis, sentir una sensación de tranquilidad…, todo se para, es lento…, sólo importa el bienestar.
Todo lleva a vivir una experiencia auténticamente japonesa: a la hora cenar ponerte el yukata que te han dejado en la habitación. De pronto te sientes uno de ellos, disfrazado… pero acudes a la cena ceremoniosa que te sirven, y el ir vestido como ellos crea ese ambiente especial, mágico.
Después de cenar, el momento culmen de la experiencia: darse un baño en un Onsen, baño de aguas termales.
Y si es invierno y te nieva encima, no necesitarás más para sentirte perfecto, para querer parar el mundo en ese instante….
12. Sentir la grandiosidad de templos en bici
Los templos asiáticos nos parecen simplemente maravillosos. Además de verlos y admirarlos, hay que vivirlos y sentirlos, y crear momentos únicos para no olvidarte de ellos.
A primera hora de la mañana o la hora del el sol refleja la piedra de los templos, comienzan a brillar un rojizo muy especial.
Simplemente párate, contempla, medita en aquel que te guste.
No necesitas más. Descubre todos aquellos pequeños rincones que no son los más conocidos, pero son los que, en ese momento, inspiran.
Seguro que esta experiencia es mágica en muchos lugares…, lo recomendamos en los templos de Angkor en Camboya y en Bagan en Myanmar.
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