(O cómo ser el nuevo J.S.Bach de los viajes)
Por: Pedro J. Dominguez @pjdcorsario (colaborador de Mi Mundo Travel Planner)
Para los amantes del camino, el viaje, la contemplación, la vivencia física de los sentidos como yo (y muchas más personas, no hay originalidad en esto), hay algunas veces que nos encontramos con diferente espíritu.
Unas veces exhaustivo…., otras itinerante.
Me explico.
Viajar es placer, es sorpresa, es resolver una inquietud.
Queremos conocer un país y aprehender alguna certeza sobre principalmente dos preguntas: ¿Cómo será…?, ¿Cómo serán…?
Fundamentalmente se trata de conocer el paisaje y el paisanaje y gozar de ver un mundo diverso y complejo.
El contrapunto viajero
Sin embargo, otras veces me he encontrado con que mi espíritu necesita no el detalle de un lugar sino el contraste. A eso llamo el contrapunto viajero.
Las acepciones de la palabra contrapunto son muchas en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, pero me quedo con dos:
- Contraste entre dos cosas simultáneas
- Concordancia armoniosa de dos voces contrapuestas.
Alguien dirá que eso que intento definir se llama “combinación de destinos” y es tan viejo como el Mester de Juglaría.
Puede ser, pero a mi no me vale esa definición. Amén de ser menos poética, es además muy corta desde el punto de vista del que conscientemente hace la elección premeditadamente y con sentido.
Como viajero que me considero, unas veces elijo un destino concreto y literalmente peino el lugar buscando la ósmosis total del espíritu del país o lugar de que se trate.
Esto a algunas personas les frustra pues es imposible en quince días (¿veinte?) llegar a empaparse de algo tan grande como un territorio y sus gentes.
Son satisfactorios si uno se los toma con deportividad y gratamente enriquecedores si uno no se empeña en hacer un tic sobre todos y cada uno de los templos-tumbas-montañas-valles-ciudades-pueblos-comidas-y-todolodemás.
La armonía de los contrastes
Pero hoy, voy a romper una lanza por los viajes combinados, ¡perdón, que vulgaridad!, por el contrapunto viajero como fórmula opcional de goce itinerante.
He realizado muchos viajes así, combinando destinos, buscando en la armonía del contraste un placer inédito.
Algunos han sido de los mejores viajes de mi vida: Jordania-Bali, Maldivas-Omán, Singapur-Abu Dhabi, Venecia-Estambul, Hong-Kong-Dubai…
¿Y por qué se me hicieron tan maravillosos estos viajes?
En primer lugar, se trata de destinos maravillosos en si mismos, impactantes. Pero además el contraste de culturas y de gentes los hacen brillar conjuntamente y luego queda el regusto permanente de la pregunta que jamás se responde tan fácilmente: ¿Cuál te gustó mas?
Para mí, también tiene un plus, recupera algo que por nuestra forma de vida es cada vez más complicado: el espíritu del viajero, ese viajar por etapas, ese moverse hacia otro lugar, como si fuéramos de alguna forma exploradores en busca de nuestro Doctor Livingstone.
Es intentar reencontrarse con un tiempo en el que viajar era laxo, era una transición entre momentos, con baúles en trenes que transitaban por diversos países.
Probablemente viajar de esa manera no sea posible para la mayoría de nosotros, pero una píldora dulce no viene mal de vez en cuando.
En el orden práctico pasar del desierto a la lluvia tropical tiene sus dificultades, pero también es juego, es divertido en su preparación, obliga a un ejercicio de comprensión del viaje.
Aunque lo cierto es que estos contrastes, al menos en los viajes que he hecho no han sido tan grandes.
Recuerdo el haber estado en Singapur tomando un cóctel en el Hotel Raffles tras paladear la imagen de los rascacielos del Marina Sands Bay y unos días después, visitar al anochecer, la, para mí, más maravillosa mezquita del mundo, la de Abu Dhabi.
También recuerdo sentir el impacto de abrirse el camino del callejón de un “ouadi” para romperse en pedazos mi corazón, ante tanta belleza, en la fachada del Tesoro de Petra. Días mas tarde se rompía igual en los campos de arroz a las afueras de Ubud, Bali.
Ese contraste me hacía valorar lo bello que es el mundo y cuán diferente aspecto toma la belleza absoluta por doquier.
Viajar es música para los sentidos
Todos esos recuerdos, parafraseando al replicante de Blade Runner, “puede que se pierdan en el tiempo cómo lágrimas en la lluvia”, pero para mi se trata de cosas que he adherido a mi ADN y que hacen que merezca la pena viajar.
Estoy seguro de que, además, ayudados de expertos, podemos hacer que la planificación no sea una tortura, sino todo lo contrario.
Por ejemplo, ellos nos pueden decir cuando ir realmente a Petra para que no se convierta en una romería insoportable y procuremos estar mas desahogados dentro de lo posible.
Podemos ciertamente hacer un recorrido impactante en donde lo importante sean los momentos más que un tic de “completado” sobre un mapa.
Esta forma de viajar es música para los sentidos, tiene su ritmo, tiene sus notas. Si la tocamos bien sin duda es otra forma de viajar que bien vale una prueba.
Yo la recomiendo, pues el tránsito empieza en la cabeza, lo construimos con entusiasmo y así comenzamos a viajar mucho antes de que el avión despegue.