Me vino de maravilla cuando el otoño pasado, por motivos de trabajo tuve que ir a Frankfurt. Aprovechando esa reunión organizamos un genial fin de semana largo por la Selva Negra.
Dicen que no hay dos viajes iguales en esta región porque el paisaje cambia mes a mes, estación a estación.
Tuvimos la suerte de ir en una época muy especial, el otoño, con unos colores maravillosos, pero que tiene una única pega. Los días son cortos y hubo cosas que nos hubiese gustado conocer, pero que no tuvimos tiempo.
El día 9 por la mañana cogimos muy temprano un vuelo a Zurich; llegamos a las 11.30 y recogimos nuestro coche de alquiler.
Cataratas del Rhin
Empezamos el viaje visitando las cataratas del Rhin, todavía en territorio suizo, a solo 50 km de Zurich. Se formaron durante la última era glacial, entre 14000 y 17000 años atrás.
Con 150 metros de ancho, 23 de alto y un caudal medio de 700 m3/sg, son el mayor salto de agua de Europa (bonitas, pero cuando has visto cataratas de otros lugares, estas son un juego de niños).
Las cascadas pueden visitarse desde dos puntos: la orilla norte y la orilla sur. Y ambas tienen accesos distintos.
Nosotros lo hicimos por la orilla norte porque habíamos leído que accediendo por esa orilla podías dar un pequeño paseo en barco acercándote a las cascadas por el río y eso nos apetecía, pero en esa época del año, no funcionaba el barquito. Una pena.
Hay un puente de ferrocarril por el que puedes acceder caminando a la orilla sur, más elevada y con bonitas vistas sobre las cascadas. En esta orilla hay varios miradores y merece la pena recorrer el sendero Belvedere.
Y lo mejor de todo: no había más de 20-30 personas en todo el entorno!!.
Saint Blasien
De ahí, nos fuimos a Saint Blasien, un pueblecito en el valle del río Alb, que alberga una de las abadías benedictinas más antiguas de la zona y que tuvo un gran renombre en el siglo XIX por su balneario.
Un paseo por la calle principal junto al río y una visita a la Abadía antes de comer y de poner rumbos a los famosos lagos de la región: el Schluchsee y el Titisee.
El lago Schluchsee es el más grande de la Selva negra, con unos 7 km en su parte más larga.
El Titisee es uno de los lugares más turísticos de la región. Es el lago más alto y está rodeado de un precioso paisaje.
En ambos lagos, hay rutas con diferentes niveles de dificultad , deportes acuáticos y dependiendo de la época del año, en ambos puedes bañarte.
Los lagos los vimos de una forma un poco acelerada, pero es que como decía antes, lo único malo de viajar en esta época es que los días son muy cortos.
Friburgo
Esa primera noche nos fuimos a dormir a Friburgo. Es la ciudad más meridional de Alemania y es famosa por sus vinos y por sus canales que atraviesan todo el centro histórico. Es la entrada de la Selva Negra y uno de sus sitios más representativos.
Tiene un precioso casco histórico, que se ve en poco tiempo, pero hay gente que la utiliza de base para hacer excursiones desde allí.
Es una ciudad perfecta para recorrerla a pié o en bicicleta y sin mapa.
Nada más llegar, dejamos coche y equipaje y nos fuimos a la Munsterplatz para admirar su maravillosa catedral gótica y su famosa aguja de 116 m, una de las más antiguas de Europa.
No dejes de admirar sus vidrieras (originales de la Edad Media), el Altar Mayor, el crucifijo del presbiterio (del s.XIII) y sus órganos.
Aunque la catedral es el atractivo principal de la plaza hay otros muchos preciosos edificios y rincones, además de restaurantes de comida tradicional donde cenamos antes de darnos un largo paseo nocturno por el casco antiguo.
Todo el recorrido de la noche y algo más, lo repetimos por la mañana y confirmamos que es una ciudad bonita y tranquila (en el centro no circulan coches); y con un gran ambiente universitario.
Escuchamos mucho español por lo que debe ser un buen destino de Erasmus.
Tras ver el Ayuntamiento, volvimos a la Munsterplatz para admirar de nuevo la catedral y sus edificios y disfrutar del mercado que tiene lugar todos los días (excepto los domingos).
Hay frutas, verduras, flores, artesanía, embutidos de la región… aprovechamos para probar unas deliciosas salchichas.
Durante todo el recorrido no dejes de fijarte en la red de canales que atraviesa toda la ciudad y que fue construida como solución para luchar contra el fuego.
Imprescindibles también dos de las puertas de entrada a la ciudad: la de los Suabos y la de S. Martín.
Por los bosques y pueblos de la Selva Negra
Dejamos Friburgo a media mañana y el resto del día lo dedicamos a recorrer pequeños pueblos y bosques de la Selva Negra. Empezamos por Sankt Peter para visitar su abadía, uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura barroca del sur de Alemania.
Nuestra siguiente parada fue en Triberg, dicen que uno de los lugares que mejor representan la región. Pueblo muy famoso por sus cascadas y sus relojes de cuco.
Empezamos por las cascadas y luego dimos un paseo por el pueblo. Imposible evitar una tienda, la Casa de los 1000 relojes.
Comimos en Triberg y aunque teníamos previsto visitar Gutach y Schiltach, ibamos mal de tiempo y nos fuimos directamente a Gegenbach, para muchos el pueblo más bonito de la Selva Negra.
Atravesado por el río Kinzig, es un pueblo de cuento y de hecho se ha elegido para el rodaje de algunas películas, entre ellas Charlie y la fábrica de chocolate de Tim Burton.
Recórrelo a tu ritmo y piérdete por sus callejuelas empedradas. Su plaza principal con el Ayuntamiento, la casa del grano y la fuente; la iglesia de Santa María y el monasterio benedictino; el jardín que las rodea y en el que queda parte de la muralla en pié son visitas imprescindibles y desde allí, rumbo a Baden Baden.
Es una ciudad balneario y sitio de recreo de la burguesía alemana. En el paseo nocturno de un sábado por la noche nos pareció un sitio aburrido pero elegante y muy tranquilo. El domingo por la mañana dedicamos unas horas a patearlo y nos gustó mucho.
Empezamos por el edificio de Kurhaus que alberga uno de los mayores atractivos de la ciudad, su famoso casino.
Dicen que Dostoievski se inspiró en él para escribir “El Jugador” y que Marlene Dietrich dijo de él que era el casino más bonito del mundo. Luego nos dirigimos paseando a la colina del Palacio Nuevo y bajamos por la ladera contraria hacia el casco antiguo visitando iglesias, termas, ruinas y jardines.
Heidelberg
Y pusimos rumbo a Frankfurt. En esa ruta había dos sitios que queríamos conocer: Karlsruhe (con un palacio conocido como el Versalles alemán) y Heidelberg, una ciudad universitaria a orillas del Neckar en el noroeste de Baden-Wurtemberg.
Y nos decidimos por esta última y nos apasionó. Dicen que es la ciudad más romántica de Alemania.
Aparcamos el coche en la plaza Bismarck (centro de la ciudad moderna) y desde allí recorrimos andando la calle peatonal más larga de Alemania, la Haupstrasse.
Era un día maravilloso de sol y temperatura, así que fue una delicia de paseo. Recorriendo la calle vimos la iglesia de la Providencia y multitud de edificios barrocos.
Al poco de pasar esa Iglesia hay una callecita que sale hacia la derecha para llegar a la plaza de la Universidad y a la Iglesia de los jesuitas, con fachada e interior barrocas
Llegamos a la plaza del mercado (Markplatz) que es el centro de la ciudad antigua y donde tenía lugar el mercado.
Hoy es una plaza llena de restaurantes, cafés y como tuvimos un día primaveral, llena de terrazas.
En esta plaza está la iglesia del Espíritu santo, el Ayuntamiento y la casa Zum Ritter (o Casa del Caballero), uno de los pocos edificios originales que sobrevivió al incendio que supuso la casi completa destrucción de la ciudad en 1622.
De ahí al famoso puente de Carlos Teodoro y que te conduce al camino de los filósofos para subir al monte Heiligenberg y disfrutar de una vistas preciosas de la ciudad (no lo hicimos y me arrepiento muchísimo).
Por supuesto, en el puente nos hicimos una foto con el famoso mono del que se dice que si le tocas los dedos volverás a Heidelberg.
La puerta de Carlos estaba tapada por restauración.
Comimos por la zona del puente y nos fuimos hacia el funicular para subir al castillo pasando por la plaza del Grano (Kornmarkt) donde se encuentra la Madonna, una preciosa Virgen barroca creada en 1718 y desde la que se pueden disfrutar de unas bonitas vistas del castillo, el lugar más destacado de la ciudad.
Al castillo se podía subir andando o en funicular. Optamos por el funicular.
Está rodeado por un gran foso y fue residencia de la dinastía Wiltelsbach durante más de 400 años.
El castillo no pudo resistir a los incendios y a las guerras y en gran parte está en ruinas, pero solo por estas ruinas ha merecido la pena todo el viaje.
Por cierto, un detalle interesante: en Heidelberg nació Michel Fassbender….
Y terminamos nuestro viaje durmiendo en Frankfurt.
Alemania es maravillosa y merece muchas escapadas (o unas vacaciones largas..)
Precioso viaje. Hice un recorrido parecido hace un montón de años y todavía guardo un magnífico recuerdo. Es muy recomendable
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