“Espalda Plateada”. El Rey del Bosque Impenetrable

Uganda, espalda plateada | Mi Mundo Travel Planner
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Por: Rafael Pola, colaborador de Mi Mundo Travel Planner

 

Cuando hace ya 10 años le pregunté a Román, viajero profesional y amigo, cuáles eran las dos experiencias viajeras con las que se quedaría después de haber conocido todos los países del mundo; sin el previsible y socorrido comentario de “bueno, verás, cada destino y cada sitio tiene su interés y bla, bla…..”; me dijo sin ningún tipo de titubeo , ni vacilación : “la Antártida y los Gorilas”.

La Antártida en lo sensorial

Los Gorilas, en lo emocional.

Yo ya había estado en la Antártida y como para mí era el entorno natural más impresionante que había conocido, suponía que el otro destino preferido por mi amigo sería igual de excepcional.

Por ello siempre había deseado conocer los Gorilas de Montaña y así poder vivir también aquella singular experiencia.

El Gorila de Montaña – gorila beninsei beninsei – es uno de los considerados como grandes simios, y al igual que chimpancés, bonobos y orangutanes, comparte con los humanos la mayor parte de su ADN.

El número de ejemplares de este portentoso animal que aún queda en libertad, es sumamente escaso, y su hábitat geográfico, igualmente reducido.

Actualmente, el Gorila de Montaña vive únicamente en el espacio que ocupan las selvas de las montañas Virunga -entre Ruanda y la Republica Democrática del Congo-, y su prolongación natural en Uganda, el llamado Bosque Impenetrable de Bwindi; y algo más al sur, la pequeña zona del parque nacional de Mgahinga.

 

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Bosque Impenetrable de Bwindi

Aunque el Bosque impenetrable de Bwindi se comunicaba, hace algún tiempo, con el parque de las montañas Virunga a través de un amplio corredor boscoso; la creciente presión humana ha ido, poco a poco, transformando las frondosas extensiones selváticas en grandes cafetales y enormes plantaciones de té, hasta convertir la selva de Bwindi en una gran isla verde de 310 km2, donde vive casi la mitad de la población mundial de estos formidables homínidos (entre 350 y 400 ejemplares).

Y ése será precisamente nuestro destino, el Bosque Impenetrable de Bwindi.

Decidimos reservar en Buhoma lodge, uno de los mejores lodges y con mejores vistas de la zona, que además es uno de los dos únicos alojamientos situados dentro del propio parque.

La ocasión merecía la excepción.

Ocuparemos la cabaña nº 4 del logde que parece colgada de los arboles. Para llegar a ella hay que ascender  80 empinados peldaños . Una vez en el balcón-terraza de la cabaña se tienen unas formidables vistas del Bosque Impenetrable de Bwindi; un nombre, por cierto, que describe a la perfección la naturaleza esencial de esta selva africana hogar de los gorilas de  montaña.

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En la zona de Bwindi hay varias áreas desde las que es posible acceder a las distintas familias de gorilas del gran bosque húmedo: Nkuringo, Ruhija, Rushaga…..

Nosotros decidimos realizar nuestra incursión al bosque desde el área  de Buhoma. Desde allí es posible visitar tres de las once familias de gorilas accesibles al visitante, incluyendo la de Mubare, el primer grupo que se abrió al público en 1993.

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Cómo moverse entre los gorilas

De cara al momento en el que nos encontremos frente a frente con los gorilas, los responsables de la reserva nos dan algunos consejos: mantener silencio, no hacer movimientos bruscos, ni repentinos; guardar una distancia con los animales  de al menos 5 m; en caso de que se nos acerque alguno, no movernos y, sobre todo, si aparece el “espalda plateada”, no mirarle nunca directamente a los ojos para que no se sienta amenazado o retado.

Dependiendo de la familia de gorilas a visitar, lo normal es que la experiencia de llegar hasta ellos, verlos y volver, dure entre 3 y 6 horas.

Iniciamos la marcha a las 8.30 h. am.

Salimos en busca de la familia que nos ha sido asignada, la de Rushegura, que está formada por 17 individuos y que, al parecer, no se encuentra muy lejos.

A izquierda y derecha del camino se levanta un espeso muro vegetal que, a través de la tupida maraña boscosa, deja entrever pequeños arroyuelos selváticos.

Nos acompaña un estrépito de ramas y el incesante griterío de los monos de cola roja.  Vemos un raro antílope de bosque y el guía del Parque nos previene de la posibilidad de que, en algún momento, pudiera surgir de la floresta algún elefante selvático.

Cuando llevamos una hora de camino, el guía, con un leve gesto de cabeza, nos señala a nuestra izquierda.., y allí, para sorpresa de todos, en plena espesura, vemos aparecer nuestro primer gorila de montaña. Un joven macho que nos mira con tanta curiosidad como nosotros a él.

El dosel del bosque está muchos metros por encima de nuestras cabezas y limita bastante la luz que llega donde nos encontramos.

Seguimos disciplinadamente las instrucciones del personal del Parque, caminando vacilante y sigilosamente sobre un lecho de hojas muertas, raíces retorcidas y exuberante vegetación.

El siguiente animal que vemos es una hembra adulta con una pequeña cría que, con torpeza infantil, juguetea entre las plantas.

Pero cuando todos contenemos la respiración es cuando aparece en escena el macho alfa del grupo, el gran “espalda plateada”, que, en paralelo a nosotros, avanza, cabeza erguida y lomo tenso, hacia otra hembra de la familia.

La imponente y casi mayestática planta del formidable primate, sobrecoge. Es Kabukojo, el jefe del clan. Los grandes machos de la especie tienen 10 veces más fuerza que el hombre y pueden llegar a pesar más de 200k

Desde el momento en el que contactamos con el grupo de gorilas, seguimos expectantes y como hipnotizados los movimientos y evoluciones de estos prodigiosos herbívoros que pueden llegar a vivir hasta 50 años.

A lo largo de la hora que te autorizan a estar junto a ellos, les vimos: jugar, desparasitarse, deambular por la selva, comer, refrescarse y beber en los arroyuelos de la zona.

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Espalda plateada

Encontrarse en su hábitat natural con estos impresionantes homínidos tan parecidos a nosotros, si no llega a cambiarnos para siempre, como dice algún conocido naturalista, lo que si te producirá es una profunda impresión.

Uno tiene la íntima sensación de que detrás de aquellos brillantes ojos anaranjados de inquisitiva mirada hay algo más que un ser irracional.

De todas formas, y pese al natural carácter pacifico del gorila de montaña, conviene no olvidarse de que, en cualquier momento, puede producirse una reacción animal.

En mi caso, esa situación se produjo cuando adelantándome al resto del grupo para acompañar al guía en su seguimiento del “espalda plateada”, éste, contrariado de alguna forma por la persecución, se volvió repentinamente y cargo contra nosotros.

Gruñendo y gritando escandalosamente; mostrando amenazante sus afilados colmillos y agitando violentamente sus poderosas extremidades, llegó a colocarse escasamente a 1 metro nuestro.

Todo se sucedió tan rápidamente que no tuve ni tiempo de sentir miedo. En aquel momento, lo que únicamente sentí, fue la firme mano del guía posada sobre mi brazo, para impedir mi previsible reacción instintiva de alejarme del peligro; algo poco aconsejable en circunstancias de este tipo, porque huir seria como incitar al animal a completar su ataque.

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Preservar los gorilas

Desde que en 1988 la celebre película “Gorilas en la niebla” difundiese la lucha llevada a cabo por la primatóloga Dian Fossey en favor de la protección de los grandes simios del bosque, la población de los gorilas de montaña ha ido afortunadamente creciendo.

De los 250 ejemplares censados en los años 70 del pasado siglo, hemos pasado a los más de 800 actuales.

La acción combinada de la presión de los organismos y organizaciones internacionales y el propio interés económico de los gobiernos de Ruanda, Congo y Uganda, por asegurar los ingresos que genera el turismo de naturaleza, está favoreciendo la lenta, aunque progresiva, recuperación de las poblaciones de gorilas de montaña.

En este momento, en toda Uganda sólo se autoriza la visita a los gorilas a 120 personas por día, y cada permiso cuesta 600$. La verdad es que disfrutar de esta emocionante experiencia, ni es fácil, ni resulta barato; pero es algo que si uno puede permitírselo, merece realmente la pena vivirse.

 

Esta experiencia de Rafael Pola ha sido compartida en su libro “Viajar para vivir

 

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