Namibia, océanos de arena

Namibia, desiertos de arena | Mi Mundo Travel Planner
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POR: RAFAEL POLA, colaborador de Mi Mundo Travel Planner

 

Si los lugares tuvieran dobles, el del paisaje de una buena parte de Namibia sería muy parecido al de amplias zonas patagónicas.

Hace 150 millones de años la gran masa terrestre del planeta se concentraba en dos enormes subcontinentes: Laurasia y Gondwana. La progresiva fragmentación de este último daría lugar a varios de los actuales continentes y a su progresiva deriva. De la división de Gondwana surgiría África y Sudamérica, que irían separándose, progresivamente, como dos hermanos gemelos que la vida fuera distanciando

 

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CONOCER NAMIBIA

Namibia es un país casi con el doble de superficie que España y con tan solo 2 millones de habitantes. Namibia hace frontera con Angola, Zambia, Botswana y Sudafrica y la mayor parte de su territorio es desierto. Namibia tiene la belleza desolada, excesiva y casi metafísica de los espacios vacíos. Una belleza paradójica y radical que crea un paisaje en el que se encuentran los dos desiertos más absolutos del planeta, el de las aguas y el de las arenas.

En Namibia confluyen el océano Atlántico y el desierto del Namib que da nombre al país.  Namibia accedió a su independencia a finales del pasado siglo (1990), estando hasta entonces bajo la administración sudafricana. Anteriormente, entre 1840 y 1884, fue colonia alemana y eso todavía se nota hoy día en la organización y aspecto de algunas de sus ciudades más importantes.

Aunque Namibia cuenta al norte con la importante reserva natural de Etosha, en la ruta que nos planteamos realizar sustituiremos este parque por uno más pequeño y menos turístico, el Rhino Park.

Windhoek es la capital de Namibia y una limpia ciudad de 200.000 habitantes, la decima parte de los habitantes de todo el país.

 

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DESDE LA AVIONETA

Desde la avioneta que nos traslada al lodge del desierto del Namib todo es un inmenso mosaico abstracto. Masas de tonos beige, marrones, cobrizos y purpuras. Son las pistas de tierra que enlazan los remotos rincones de la llanura namibia

Sobrevolamos una extensa sabana. Doscientos metros por debajo de nosotros evolucionan pequeñas manadas y grupos de cebras. Aterrizamos en una pista de tierra en mitad de la nada africana.

En la inmensidad de la llanura, nuestra avioneta es una mariposa blanca posada en un inmenso prado.

Con el sol de la tarde peinando el matorral bajo, la llanura se dora, mientras al fondo las colinas pétreas se llenan de intensos carmesís.

El lodge en el que nos alojamos – Beyond – está situado en mitad de una suave ladera que domina un amplísimo valle poblado de órix, gacelas, cebras, jirafas….y algún que otro guepardo.

Al amanecer, el sol comienza a iluminar las tiznadas cumbres de las montañas que flanquean el lodge hacia el suroeste; poco después, más al sur, surgen los rojos y anaranjados de la meseta elevada, mientras, detrás de ella, resplandecen en violetas y casi azules las más alejadas  llanuras y cordilleras del sur.

Hacia las 8 de la mañana la fauna de la zona comienza a concentrarse en los abrevaderos situados frente a las terrazas del lodge. Mientras desayunamos en el porche vemos desfilar toda la fauna de la zona.

 

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LAS DUNAS DEL NAMIB

Para visitar las dunas del Namib hay que levantarse pronto (5.30) y hacer cerca de dos horas de coche hasta llegar al parque nacional de las dunas.

Las montañas se desperezan entre dos luces. La progresiva salida del sol y el aumento de la temperatura van disipando el velo neblinoso que lo envuelve todo. Los colores del desierto empiezan a estallar.

Primero las cumbres cenicientas, las praderas doradas y finalmente el ámbar intenso de las dunas. Las principales están numeradas y las menos relevantes reciben el nombre de algún notable del lugar.

Los llanos que preceden a las dunas aparecen repletos de órix, avestruces y gacelas.  Estamos, probablemente, ante el mayor y más llamativo espectáculo de dunas del mundo.

El Namib, el que para muchos es el desierto mas antiguo del planeta, tiene también la que se considera la más elevada duna de la tierra, la numero  7 (Big Daddy)  con 380 m de altura.

El paisaje dunar tiene algo de extraterrestre e irreal. Amable de aspecto y terrible de naturaleza es, sobre todo, desconcertantemente bello.

Las dunas parecen como chocolate caliente derramado  sobre el terreno.  Contemplados a distancia, los colores de la gran duna son radicales. Cobre brillante en la parte iluminada de la sinuosa y perfecta línea curva de su perfil y noche cerrada al otro lado de la arista arenosa. Olas de arenas.

Recorriendo el cauce seco del rio, el 4×4 avanza surfeando el lecho arenoso entre acacias y avestruces. Subimos a la gran “45” En el horizonte una inacabable formación de grandiosas pirámides de arena.

A ambos lados de la cumbre de la gran duna que estamos recorriendo vemos los lechos cuarteados y casi pétreos de los que, en su tiempo, fueran remansos del rio Rojo. Las prolongadas sequias y el implacable avance de las dunas han desecado los viejos humedales y han convertido estos espacios en blancos cementerios en los que se exhiben los esqueletos pelados de las acacias que en épocas pasadas poblaron el lugar. Es el Deadvlei

A primeras horas del día y desde lo alto de las grandes dunas, estos  lugares parecen raros limbos blancos por los  que las escasas figuras que deambulan crean llamativas imágenes y sugerentes y alargadas sombras.

 

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EL MAYOR CALADERO DE MAMÍFEROS

Dejamos Sousoulei y nos dirigimos a Swakopmund. Desde el aire, volando a lo largo del cauce seco y blanquecino del rio Rojo; de un lado vemos las dunas del Namib como montañas de azafrán y del otro, como pimentón tendido al sol.

Volamos a baja altura y al borde de la costa.  El desierto viene a morir al océano. Es la costa de los esqueletos. Aquí naufragan barcos, varan ballenas y también embarrancaron las ilusiones de cientos de europeos que a principios del siglo pasado llegaron en busca de los diamantes del litoral namibio.

Pero estas aguas frías y tempestuosas también albergan mucha vida. El caladero de Namibia es conocido por su enorme riqueza marina. Grandes bancos de toda clase de peces, cetáceos y, por supuesto, innumerables colonias de lobos marinos pueblan estas costas.

Dos horas al norte de Swakopmund se encuentra la mayor colonia de estos mamíferos marinos de toda África. En Cape Cross hay tantos lobos marinos como habitantes en toda la costa de los esqueletos, más de cincuenta mil.

Hasta agosto, la gran colonia de Cape Cross, reúne únicamente hembras y jóvenes crías. En septiembre llegarán los gigantescos machos para iniciar la época de la reproducción y de las grandes disputas por los harenes de hembras. Mirando al mar, hasta donde alcanza la vista, todo esta lleno de lobos marinos.

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El mar, las rocas de la playa, todo. Los sonidos constantes y repetidos que emiten las crías recuerdan los balidos de las ovejas. El olor intenso y acre de la gran colonia inunda la zona. Grupos de pequeños se reúnen en guarderías vigilados por algunas hembras, mientras otras salen al mar a alimentarse.

Los ejemplares más jóvenes se inician en sus habilidades marinas saliendo constantemente a practicar zambullidas e inmersiones. Las olas devuelven continuamente a las rocas los brillantes cuerpos de estos estéticos y pacíficos mamíferos. Miles de individuos entrando y saliendo del agua en un incesante y estruendoso ir y venir.

 

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SWAKOPMUND

Volvemos a Swakopmund. Las alternativas de la tarde son diversas: pasear en quad por las dunas, o descenderlas en plataformas deslizantes, pescar desde la costa, o desde el mar, salir a las dunas para localizar los cinco minúsculos (geco, serpiente, escarabajo, camaleón, araña), por oposición a los tradicionales cinco grandes de otras reservas africanas.

Finalmente nos inclinamos por dedicar la tarde a realizar una  con un guía naturalista que nos adentrará en las dunas y nos ilustrará sobre la fauna y flora de la zona.

La expedición desértica incluirá una espectacular exhibición de conducción extrema sobre arena, que a todos los ocupantes del vehículo nos encogerá el estómago como si estuviésemos en una montaña rusa.

Desde lo mas alto de la duna más elevada, el 4×4 desciende a toda velocidad para, a media altura, tomar   la siguiente elevación arenosa. Inmediatamente después volveremos a descender en curva cerrada hasta la base de la duna.

Una excitante experiencia que se repite varias veces hasta, finalmente, coronar una de las mayores montañas de arena. Desde allí contemplaremos una magnífica puesta de sol con océano al fondo.

Esta noche cenaremos en el The Tug, probablemente uno de los dos mejores restaurantes de la ciudad.

La mañana del día siguiente la dedicaremos a realizar un vuelo panorámico por toda la costa de los esqueletos y la franja de territorio interior paralela al mar. Además de divisar colonias de focas, esqueletos de barcos y ballenas, el objetivo del vuelo será tratar de localizar alguna manada de elefantes del desierto.

A lo largo del vuelo tendremos la oportunidad de ver muchas otras cosas de interés, desde las minas a cielo abierto más grandes del mundo, hasta la montaña más alta de Namibia (Brandberg mountain) de 2580 metros.

 

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Justo al sobrevolar esta montaña sagrada, el albero infinito del desierto que nos había llevado hasta allí, aparece repentinamente pavimentado con el más gigantesco y antiguo adoquinado granítico que pueda imaginarse, son las “Damara Granite” unas formaciones geológicas que, vistas desde el aire, parecen un gigantesco fósil o una costra a punto de levantarse.

En mitad de esa inhóspita coraza geológica se divisa el zigzagueante y tortuoso cauce del Fish River que alberga la única franja verde en cientos de kilómetros. Seguimos los meandros de este rio hundido en profundos desfiladeros y encajonado entre las paredes blindadas del cañón, hasta descubrir pequeños vergeles escondidos; recónditos remansos de agua y verdes praderas.

En este idílico escenario una familia de seis elefantes ramotea y se baña tranquilamente. El descubrimiento del grupo de paquidermos anima al piloto a realizar algunos giros, un tanto comprometidos, para dejarnos ver un par de veces el espectáculo.

El momento ha sido gozoso y adrenalínico. Continuamos el vuelo ya de regreso a Swakopmund sobrevolando la monumental colonia de lobos marinos con una sensación de haber conseguido un trofeo fotográfico realmente difícil.

 

 

EN BUSCA DE RINOCERONTES

De camino a la última etapa de nuestro viaje volvemos a sobrevolar la costa de los esqueletos para abandonar el litoral hacia el Este, hasta alcanzar, tierra adentro, nuestro destino. Rhino Camp es una reserva privada de naturaleza, menor en extensión que el Etosha Park, pero con una sensación también menos comercial y más auténtica.

Nada mas tomar tierra en la polvorienta y solitaria pista, nos desviamos para descubrir un solitario y viejo elefante macho. El instante tiene una magia especial porque estamos completamente solos contemplando en silencio a un formidable ejemplar.

El lodge en el que nos alojamos tiene únicamente seis tiendas de campaña, magníficamente equipadas, que te hacen sentir la vida de los pioneros y cazadores africanos, pero con un alto grado de confort.

Los parajes que recorremos y toda el área geográfica en la que estamos, se formó hace cientos de millones de años como consecuencia de una gran actividad volcánica. Hoy, como consecuencia de ello, muchas zonas del terreno aparecen totalmente empedradas

Está amaneciendo. Al fondo las viejas y redondeadas montañas comienzan a iluminarse con los primeros rayos de la mañana. Estamos en el segundo día de nuestra estancia en Rhino Camp.

Nada más salir del campamento y al descrestar una colina, aparece repentinamente ante nosotros una sinfonía de cuellos y manchas. Una docena de jirafas adultas posan para la foto.

Poco después, en uno de los innumerables cauces secos de la zona, localizamos un par de viejos elefantes desayunándose tranquilamente medio árbol de mopane . El único ruido del momento es el lento y parsimonioso masticar de estas inmensas moles grises.

Si de vez en cuando no moviesen las orejas para ventilarse, nadie distinguiría a estos animales de dos enormes rocas graníticas. Por delante de nosotros tres trakers se encargan de buscar el rastro fresco de los animales que nos interesa localizar.

Con una simple mirada a la bosta (caca) de un elefante, saben decirte, desde el tamaño del animal, a su sexo y edad aproximada, pasando por su estado de salud y el tiempo que hace que pasó por el lugar. Los hábiles pisteros bajan del vehículo en el momento en el que creen que puede haber un animal cerca y para señalarnos su emplazamiento exacto.

Queríamos ver rinocerontes, pero todas las huellas que hemos encontrado y seguido, no nos han llevado al deseado encuentro con el rino. Casi hace ya catorce horas que patrullamos este paisaje entre lunar y fuerteventureño y hasta el momento no hemos tenido suerte.

Cuando ya al caer la tarde emprendemos la vuelta al lodge, vemos como a lo lejos el jefe de los trakers hace señales a nuestro guía para que descendamos del todo terreno y, muy lentamente, y en fila india, nos acerquemos a ellos.

Al parecer han localizado un rinoceronte macho en el límite de la mancha verde de un frondoso valle y van a tratar de hacérnoslo ver. El animal, aunque tiene mala vista, pero un extraordinario olfato y un gran oído, parece que nos ha olido, o escuchado y se muestra inquieto.

Uno de los trakers se acerca más a él para llamar su atención, mientras nuestro guía nos hace desplazarnos silenciosamente hacia la parte baja de una elevación del terreno. El rino sale de entre la vegetación y emprende una polvorienta carrera en dirección a los pisteros. Amenaza con cargar un par de veces.

El instante es de esos que inevitablemente recuerdas para siempre.

El sol acaba de ponerse por detrás de un maravilloso perfil de montañas rojas que parecen posarse sobre la franja verde del río. Entre dos luces, el rinoceronte levanta nubes de polvo frente a nosotros.

Una mezcla de ansiedad, placer e incredulidad nos invade a todos; es la adrenalina que andábamos buscando, es la magia de una Namibia en estado de naturaleza pura.

 

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One Reply to “Namibia, océanos de arena”

  1. […] No dejéis de leer el relato de nuestro querido amigo Rafa Pola sobre su viaje y sus sensaciones. Namibia, océanos de arena […]

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